20 ago 2010
El valiente perrito del bosque
BRISQUET, un pobre leñador, vivía en un bosque cerca de Lyón, junto con su linda esposa Brisqueta y sus dos hijos Briscotín y Briscotina.
El niño era moreno y con el pelo castaño y contaba apenas unos siete años de edad; la niña rubia, de cabellos dorados, no había cumplido aún los seis años.
El bosque en que vivían era espeso y peligroso, por lo cual la madre nunca le permitió a los niños llegar más lejos de la barraca, situada al extremo del huerto, donde el padre almacenaba la leña, temiendo fuesen atacados por alguno de los muchos lobos que merodeaban por el bosque.
El único compañero que los niños tenían en sus juegos era Brichonne, un perrito gris con la boca azul y ojos negros; pero era tan bueno y vivaracho, que nunca se cansaron de jugar con él, sobre el verde césped, ante la puerta de la casa.
Una noche de invierno Brisquet se retrasó en volver a su casa más que de costumbre, tanto que Brisqueta, alarmada, dijo a sus hijos: -Corred a la barraca a ver si encontráis a vuestro padre. –Los niños salieron juntos muy contentos por el sendero que a la barraca conducía. Brichonne se dispuso a seguirles, pero la madre le detuvo, diciendo:
-No. Brichonne; quédate hasta que regresen los niños, que si vuelven solos tu irás a buscar a tu amo.
Briscotin y Briscotina no encontraron a su padre en la barraca, y el hecho les hizo recelar una desgracia.
-¿Se habrá extraviado nuestro padre?
-exclamaron llenos de pena.
-Voy a entrar en el bosque –dijo Briscotin –a ver si le encuentro, aunque me coman los lobos. Y al mismo tiempo internóse en el solitario y lóbrego bosque, pero Briscotina se asió fuertemente de su mano marchando con él.
Al poco tiempo, regresó el padre a la casa, quedando sorprendido al ver que no salían, como de costumbre, sus hijos a acariciarle -¿Dónde están los niños?
-preguntó a su mujer.
-Han ido hasta la barraca, a ver si te encontraban, -exclamó alarmada la madre. –Seguramente, al no hallarte, se habrán internado en el bosque. ¡Ah los lobos! ¡los lobos! ¡los lobos!
Brisquet arrojó al suelo su carga de leña, y cogiendo su hacha buscó a Brichonne, pero éste había salido escapado de casa, tan pronto como vió regresar solo a su amo; y ladrando furiosamente, había desaparecido.
A Brisquet le disgustó mucho no tener el perro, para que le siguiera en un momento en que tanta falta le hacía.
-No deberíamos tener un perro tan pequeño e inútil –dijo; -con un perro de raza con facilidad encontraríamos el rastro de los niños, mientras que ahora no sé hacia dónde se habrán dirigido.
Marchóse y a poco de seguir por el bosque oyó los ladridos del perro y hasta le pareció percibir los gritos de los niños. Corrió con toda la velocidad que le permitieron sus piernas, orientándose por los ladridos del can y llevando el hacha preparada. Así llegó a una plazoleta donde el espectáculo que se ofreció a sus ojos le llenó de alegría y de temor al propio tiempo, pues vió a sus hijos fuertemente abrazados junto a un árbol y a poca distancia un enorme lobo que se disponía a lanzarse sobre ellos; pero el pequeño Brichonne no le dejaba acercarse a los niños, pues a pesar de ser cuatro veces mas pequeño que el lobo, luchó con él con tanta valentía y ardor, que no pudo conseguir la fiera su propósito, mucho menos habiendo llegado oportunamente el leñador, que mató de un certero hachazo al lobo, y recogió al perrito que se hallaba herido y al que condujeron a la casa, donde le cuidaron cariñosamente, agradecidos todos por haber salvado la vida de los pequeñuelos.
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