25 ago 2011

El camino del cielo


Este era un padre muy pobre que no podía mantener a sus tres hijos; y por eso tuvo que decirles, con todo el dolor de su corazón, que se fuesen por el mundo a ganarse la vida. Y les prometió que al primero que se levantare por la mañana del siguiente día, le daría la torta más grande de las tres que había hecho; al que se levantara segundo, la mediana, y al que se levantara último, la más pequeña de todas.

Los muchachos se fueron a dormir, y al día siguiente se levantó primero el mayor y recibió la torta más grande; luego lo hizo el segundo, y recibió la torta mediana; y el más pequeño de los tres, que se levantó último, le dio la torta más chica.

El padre les dio la bendición y les recomendó que fuesen buenos y honrados y siguiesen el camino recto, que es el camino que conduce al cielo.

El mayor encontró en el camino una mujer muy pobre que llevaba un niñito en brazos, que le dijo:

- Jovencito, ¿quieres darme un pedacito de torta para mi hijito que llora de hambre?

- Primero se lo daría a un perro y no a usted – contestó el joven. Y echó a andar. Mas, apenas hubo dado unos pasos, preguntóle:

- ¿Podría indicarme el camino del cielo?

- Sigue este sendero y al final encontrarás tres caminos: uno a la derecha, otro en el medio y otro a la izquierda. No tomes el primero ni tampoco el segundo, sino el último, al final del cual verás una puerta roja; llama y llegarás adonde te corresponde -respondió la mujer.

El segundo hijo siguió su camino y también encontró a la mujer con un niño en brazos, que le dijo:

- Jovencito, ¿quieres darme un pedacito de torta para este hijito mío, que llora de hambre?

- Os lo daría, pero tengo que recorrer un largo camino y apenas tendré suficiente para mí.

Y echa a andar, pero piensa de pronto:

- Quizá esta mujer pueda indicarme el camino del cielo. Y volviendo sobre sus pasos, va y se lo pregunta. La mujer le contesta:

- Sigue andando y, cuando llegues al final de este sendero, encontrarás tres caminos: uno a la derecha, otro en el medio y otro a la izquierda. No tomes el primero, ni tampoco el último, sino el segundo, al final del cual verás una puerta amarilla. Llama y llegarás adonde te corresponde.

Y el hijo menor encontró también a la mujer con el niñito en brazos, que le dijo:

- Muchachito, ¿quieres darme un pedacito de tu torta para mi hijito que llora de hambre?

Y el muchacho le dijo:

- Un pedacito no, buena mujer, sino la torta entera. Y la mujer le dio un beso y un abrazo de agradecimiento. Y como él le preguntó si podría indicarle el camino del cielo, ella contestó:

- Sigue caminando y, cuando llegues al final de este sendero, hallarás tres caminos. No tomes sino el de la derecha, al final del cual verás una puerta blanca. Llama y encontrarás lo que deseas.

Y los hermanos camina que camina. El mayor llegó y vio los tres caminos y, recordando el consejo de la mujer, siguió el de la izquierda y llamó a la puerta roja, que se abrió al instante con gran estrépito, y salieron muchas llamas rojas y una multitud de demonios que a rastras lo llevaron adentro, que era donde le correspondía estar.

El segundo llegó después, tomó el camino del medio y llamó a la puerta amarilla, como le había dicho la mujer. Y al punto sintió un gran frío y se encontró e el purgatorio.

Y cuando llegó el menor, tomó el camino de la derecha y llamó a la puerta blanca. Apenas hubo llamado, se oyeron voces dulcísimos de ángeles, y todo apareció resplandeciente de luces y de rosas. Y en medio de ellas estaban la mujer y el niño, que eran la Virgen María y el buen niño Jesús que lo recibieron en sus brazos abiertos.

El muchachito bueno y caritativo había encontrado el camino del cielo. Se lo merecía.


Del folclore español

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